Camino a la excelencia: críticas destructivas

La verdad es que estudiar a fondo algo, con alguien profesional, experto, que te guíe personalmente, no tiene precio (bueno, es un decir, porque podría hipotecarme hasta las pestañas).

Más de uno se pregunta a veces qué hace estudiando lo que estudia. Sueles preguntártelo cuando ves que le dedicas más tiempo del que en ese momento tienes ganas. O cuando algo te cuesta y no ves salidas al problema. Yo lo digo con ironía porque estudiar música es jodido, muy jodido, la competencia se respira en el ambiente, aun así puedes extrapolar comentarios sobre interpretación musical a desarrollo personal. Se habla de sentimientos, de emociones, se habla de intenciones, direcciones, analogías al lenguaje verbal, imágenes, movimientos... y son solo notas, sonidos. Aunque eso ya sea mucho.


Eso sí, a veces sales de clase hecho papilla. Carne picada. Ellos, los grandes que nos moldean, tienen otra perspectiva del asunto. Los hay que ya eran buenos cuando los empezaron a juzgar, o hasta donde les llega la memoria -o eso creen- y te hablan con unas perspectiva diferente, de arriba a abajo, como si ya lo supieras todo sólo que ese todo lo hubieras aprendido mal. Los hay que lo han pasado mal y que han invertido mucho esfuerzo y saben exactamente cómo resolver cada uno de los problemas que tienes. Que te entienden mejor y te hablan de tú a tú, ¡casi amigos vamos!

Y pueden ser personas geniales, inluso con intenciones idénticas pero diciéndolo de formas tan diferentes que unas aplastan y otras aplauden. Desean que dediques tiempo a los problemas que individualmente han descubierto que tienes. Quieren más interés sobre ellos y sobre sus palabras.

Los que me dan alas son los que me han aguantado durante varios años y yo he aguantado a niveles altos gracias a ellos. Dicen las cosas bien y aprecian lo que haces positivamente, aunque después lo critiquen -constructivamente-, es lo que toca, se llama perfeccionamiento. En lugar de caminar siempre recto, a veces nos desviamos o pisamos en piedras que no tocan sin darnos cuenta y alguien nos tiene que llamar la atención en lugar de tirarnos una piedra a la cabeza para pedir lucidez.

Las veces que te pegan hostias también son divertidas hasta cierto punto. Hay quien las recibe más a menudo y por eso está más vacunado. Hay quien no las tolera demasiado. Yo no las tolero demasiado. Hay muchas formas de decir las cosas, las hostias suelen estar, incluso con metrónomo, fuera de tempo. Pero ya que a veces las recibo, me acomodo a ellas en la medida de lo posible. Te hacen bajar de la nube, te hacen ver que te queda mucho por mejorar. Y el poco tacto que tiene el profesor, eso también te lo hacen ver rápidamente.

Es parte de la profesión, endurecer la cara. Quizás también nos salgan callos en la cara, como si no tuviéramos suficiente con los de la punta de los dedos.

Pensándolo en frío, si alguien no ha aprendido el significado de la mala leche, cuando un profesor está a apunto de darle una hostia emocional, o se lo toma a coña o alucina. Porque no tiene el más mínimo sentido. Si quieres pegar una hostia emocional porque para ti tiene mucha importancia el conocimiento que tienes que transmitir y quieres que el alumno lo tome así, ¿no sería mejor decírselo? Esto es muy importante para mí, y debería serlo para ti. Estúdialo como lo que más. Así evitamos un anclaje negativo...

Dicen que todo está inventado, seguramente no. Puede que esté todo inventado, pero nos hace falta actualizarnos e intentar innovar para que las cosas suenen lo más sencillas posibles para las neuronas del otro. Somos transmisores de información cuando enseñamos, y por ello tenemos un papel importante, quizás si lo acompañamos con buen rollo también enseñemos a tener buen rollo, indirectamente. Si lo enseñamos todo con buen rollo, éste crecerá... ¿Y eso no es una versión mejorada de la realidad?


Siempre hay problemas, lo importante es irlos superando, no dejar de tenerlos.



Esto me recuerda al chiste de...
-Cariño, dime algo con amor
-¡¡Amorfa!!

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