Mi abuelo es un gran hombre

En vida conoció muchas cosas. Trabajó en las minas desde joven, fue a la escuela hasta los 12 años y formó una familia. Sabe leer y escribir casi perfectamente,
aunque no es practicante ni de la lectura ni de la escritura, porque su poca visión no le deja serlo. Y tampoco recordaría lo que habría leído unas horas antes.

Lo recuerdo desde aquellos días que me obligaba a encender el fuego de gas poor las mañanas para que me calentara la leche. Yo tendría 7 años como mucho. Me educaba, cuidaba de mí, me enseñaba algunas cosas, me dejaba colaborar. Hacíamos vino en medio de la ciudad, descalzos, al final del verano.

Es curioso cómo pasa el tiempo. Tanto que mi abuelo lo único que hace ya es moverse combinando una hoja de ruta con 4 destinos: cama, sofá, lavabo y mesa.
Se pasa los días callado, observando. Sabe que no tiene memoria, lo ha aprendido después de varios años. Sabe que no ve, que no son las gafas; también tardó años. Sabe que ya no conoce el mundo como antes... Pero sabe lo suficiente como para que parezca que sí lo conoce.

Aplica su lógica infalible a todas las cosas. Se echa el peso encima, aún se responsabiliza y nunca miente.

Ahora. Ahora, no hay nada que lo describa mejor que su reloj. En su muñeca, limpio, como siempre. Congelado en el tiempo en una hora inexacta, en un minuto cualquiera a una hora cualquiera. Allí permanece, como él. Observador. Sin pila. A la espera. Y por encima de todo, aunque no se vea, formado internamente por una poderosa y aplastante lógica, ruedecillas dentadas talladas al nanómetro, ideas esenciales para la eternidad. Ni una brecha en todo el cristal.

Mi abuelo es un gran hombre. Una gran persona. Un gran lógico. Un superviviente de esos tiempos y de muchas adversidades.Y tiene un par de huevos.

Cómo pasa el tiempo...

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